Conservar alimentos en el congelador es una práctica común para extender su vida útil, pero esto no garantiza su calidad indefinidamente. Según versiones preliminares de expertos en seguridad alimentaria, algunos indicadores clave permiten evaluar si un producto congelado sigue siendo apto para el consumo. Entre ellos destacan los cambios evidentes de color, la presencia de cristales de hielo excesivos o un olor inusual una vez descongelado. Estos signos podrían reflejar una pérdida de propiedades nutricionales o, en casos más graves, riesgo microbiológico.
La cadena de frío, un factor determinante
Una consecuencia directa de no respetar la cadena de frío es la proliferación de bacterias que, aunque inactivas a temperaturas bajo cero, pueden reactivarse si el alimento ha sido parcialmente descongelado. Esta situación, aparentemente común en entornos domésticos o durante transportes no adecuados, compromete la seguridad del producto. Los especialistas sugieren mantener el congelador a -18°C o menos y evitar recongelar alimentos que ya han sido descongelados, incluso parcialmente.
Buenas prácticas para evitar riesgos innecesarios
Revisar la fecha de caducidad, etiquetado adecuado, y almacenar cada alimento en envases herméticos, puede prolongar su calidad y minimizar desperdicios. Adoptar estas medidas, además de realizar inspecciones periódicas al contenido del congelador, representa una acción preventiva eficaz. Para empresas del sector alimentario o cadenas de suministro, estos controles también tienen un impacto en la confianza del cliente, la reputación de marca y el cumplimiento normativo.