
La procrastinación no es solo pereza. En muchos casos está ligada a miedo, inseguridad o perfeccionismo. Nos sentimos abrumados y postergamos tareas por no saber por dónde empezar o por querer hacerlas “perfectas”.
Una forma de combatirla es dividir las tareas en partes pequeñas y concretas. También ayuda establecer horarios realistas, evitar distracciones y premiarte por cada avance. Lo importante es no esperar a “sentirte motivada” para empezar.
Tomar acción genera impulso, y ese impulso se transforma en motivación. La clave no es hacer todo perfecto, sino hacer algo y seguir avanzando paso a paso.