
Aunque el agua embotellada se asocia con pureza y calidad, diversos estudios han revelado que no siempre es tan segura como se cree. Investigaciones realizadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y universidades independientes han detectado la presencia de microplásticos, bacterias e incluso metales pesados en algunas marcas comerciales. Además, la normativa para el control de calidad del agua embotellada puede variar entre países, lo que deja márgenes amplios en cuanto a los estándares sanitarios.
Otro punto crítico es el almacenamiento. Cuando las botellas de plástico se exponen al calor o al sol durante el transporte o la venta, pueden liberar compuestos químicos como el bisfenol A (BPA), que es potencialmente dañino para la salud. Por otro lado, a diferencia del agua del grifo, que en muchas ciudades pasa por revisiones constantes, la embotellada no siempre se somete a controles con la misma frecuencia.
Ante este panorama, expertos recomiendan usar filtros certificados en casa y optar por envases reutilizables. Además de ser una alternativa más saludable, esta elección también reduce el impacto ambiental asociado al consumo masivo de plásticos. Beber agua segura no solo es una cuestión de salud, sino también de conciencia ecológica y responsabilidad informada.