
Tu jefe puede influir tanto en tu bienestar como tu propio trabajo. Un mal liderazgo puede generar estrés, ansiedad, baja autoestima y hasta enfermedades físicas. Los jefes controladores, que no confían en su equipo, o los que no saben comunicar, suelen crear ambientes tóxicos donde es difícil crecer o sentirse valorada.
También hay jefes que delegan mal, que no dan feedback claro o que se apropian del trabajo ajeno. Si estás en un entorno donde predomina el miedo, la competencia desleal o la falta de empatía, es una señal clara de alerta. En estos casos, lo mejor es buscar apoyo, documentar situaciones y, si es posible, abrir la conversación o pensar en un cambio.
Tu salud mental no tiene precio. Trabajar con líderes que te inspiran, te respetan y te ayudan a desarrollarte profesionalmente puede marcar una enorme diferencia en tu vida diaria. No normalices lo que te hace daño.